Con todo, existe el hecho de que la divisiòn denominacional entre comunidades eclesiales fieles que coinciden en lo fundamental, presenta caracteres de anomalìa antibiblica , asì como de notorio contratestimonio frente al mundo que sòlo ve el aspecto exterior de una divisiòn desconcertante. No es, pues, extraño que, ante una renovada toma de conciencia de la realidad eclesial , en su doble aspecto de misterio ( un Cuerpo ) y una misiòn ( una tarea comùn en el mundo ), todo creyente que estè de veras alerta a la voz del Espìritu, sienta en su corazòn la urgencia de una tarea ecumènica que favorezca la manifestaciòn visible de la unidad de la Iglesia.
Pero siempre que se habla de " ecumenismo " nos exponemos a tergiversar las nociones. Como dice G. Millon," jamàs se ha hablado tanto de unidad como hoy, pero jamàs ha sido tan ilusoria, por no decir mentirosa, la bùsqueda de la unidad". Podemos decir que hay tres clases de " ecumenismo ": A) El de la Iglesia de Roma, segùn el cual la ùnica verdadera Iglesia de Cristo es la Romana y, por tanto, todo afàn de unidad ha de estar encaminado, en fin de cuentas, a la reintegraciòn de todas las comunidades separadas en la ùnica " Santa Madre Iglesia Catòlica Apostòlica Romana". B) El Consejo Mundial de Iglesias que sobre una base de arrepentimiento biblica, se esfuerza en realizar la uniòn y la cooperaciòn entre todas la iglesias que denominan cristianas, enfatizando el amor, el servicio y la colaboraciòn sin exigir una posiciòn doctrinal claramente fiel a la Palabra de Dios y esperando que la Iglesia de Roma acepte este programa para darle la màs cordial bienvenida. Y como por la vìspera podemos observar el dìa, como dice el popular refràn: Afirmamos por tanto que A + B = FALSO ECUMENISMO. C) El ecumenismo evangèlico, fundado por la Palabra de Dios, que implora el auxilio divino para que, mediante el poder del Espìritu, el Señor reavive Su Iglesia, le inspire un profundo afàn de continua Reforma, de una profundizaciòn en su Palabra, de testimonio por el anhelo misionero y la conducta santa y por el agrupamiento, en un frente visible, de todas las iglesias evangèlicas fieles a la autoridad de la Escritura, a la ùnica cabeza y señorìo de Jesucristo y el ùnico impulso verdaderamente unificador: el poder y la gracia del Espìritu Santo.
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