Por más de dos décadas, el movimiento evangélico ha sido machacado por un inexorable bombardeo de ideas, filosofías y programas extravagantes. En todo la historia de la iglesia, esta nunca se encontró con tanta innovación con tan poco pensamiento crítico.
El hecho de dar una respuesta bíblica bien pensada se hace cada vez más y más difícil. Meramente, clasificando todas las tendencias evangélicas y reconociendo cuáles de estas " novedades " representan riesgos peligrosos para la armonía y la salud de la iglesia, es suficientemente desafiante. En efecto, responderle a la enorme variedad de errores acompañante, plantea un dilema aún mayor. A veces parece que los nuevos errores se multiplican aún más rápido de que los anteriores puedan ser respondidos.
El discernimiento bíblico, sabiduría, fortaleza, determinación, resistencia, habilidad para manejar la Escritura, convicciones fuertes, la capacidad de hablar sinceramente sin palabrería y una actitud voluntariosa para regresar al conflicto.
Seamos honestos: Esas no son cualidades que el movimiento evangélico contemporáneo haya cultivado. De hecho, es exactamente lo contrario. Consideramos los valores y motivos que impulsan a los evangélicos posmodernos a realizar las cosas que hacen. El gran movimiento evangélico de hoy está obsesionado con encuestas de opinión, la marca de identidad denominacional, búsqueda de mercado, esquemas de comercialización, estrategias de innovación y crecimiento númerico. Los evangélicos están preocupados también con temas como son su imagen ante el público general y ante el mundo académico, su influencia en el campo de batalla político, su representación en los medios, y temas similares con motivos centrados en sí mismos y poco profundos.
Mantener una imagen positiva se ha convertido en una prioridad antes que guardar la verdad. A pesar de muchas instrucciones bíblicas claras que nos advierten que no seamos infantiles, evangélicos y sus líderes han perseguido tenaz mente este sistema ( aparte de Efesios 4:14, vea también 1 Corintios 14:20; 2 Timoteo 4:3-4; Hebreos 5:12-14).
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